Reseña: Ausencias y presencias. La obra Niña Roja de Carla Spinoza


/ Ara Goudsmit /

Fotografía de archivo de la instalción Cigras Negras, documentos adquiridos de la policía nacional boliviana del año 2006 al 2016, a través de una intervención de la artista a la institución (2017).

Ocho niñas y niños desaparecidos cada día en Bolivia: una cifra olímpica en 2018, de esas que baten records. Las terminales de buses están llenas de afiches con rostros, nombres que no alcanzamos a leer, caras que no recordaremos ¿Cómo vivir ante este desgarramiento de la vida? ¿Dónde están?

La artista boliviana Carla Spinoza trata de preguntarse cómo desnaturalizar el aumento reiterado de rostros de niñas ausentes convertidas en cifras del espectáculo noticiero, cómo asir los cuerpos que ya no están en las rutas de su cotidianidad, las sillas vacías del colegio, y la naturalización institucional ante estas ausencias. La fragilidad de los cuerpos infantiles es expuesta en empapelados blancos en las oficinas de la policía, son cuerpos, en su mayoría, destinados a la comercialización sexual para el placer de hombres.

¿Dónde están? es un performance –que hace parte de los elementos artísticos del proyecto multidisciplinar Niña Roja– realizado en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, donde un grupo de trece niñas comienzan a gritar frente a la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC). Si bien no está recuperado en el video del registro del performance, Carla me comentó que policías, viendo llegar a las niñas, cerraron la puerta del establecimiento. A los pocos minutos, tuvieron que abrirlas porque llegaba un carro trasladando a un preso por feminicidio y, detrás, venía la prensa. En ese momento, el azar estaba obrando para que crueles paradojas estallen.

0:49 grito

1:15 sin rastro ¿en qué te convierten?

1:41 serás un número, un precio

Fotografía de registro -performance ¿dónde están? duración 3:28 min (ingreso a inmediaciones de la policía boliviana) ©spinozacarla

El grito con el que inician las niñas en este performance tiene un efecto desgarrador. Las voces de las niñas son serenas, cargan una especie de madurez mientras gritan los nombres de otras niñas desaparecidas. A la vez, son voces con alaridos agudos propios de la niñez. Esta composición entre la seriedad y la infancia detona aquello que el performance puede hacer: dejar huella de una presencia que tiene la pulsión de ser despojada y la conciencia de estar inmersas en mundos llenos de brutalidades.

El hacer es algo fundamental para aprender, los humanos estamos imitando, repitiendo e internalizando los actos de forma constante. Y este hacer performático a través del grito de las niñas, además de darles cierta conciencia sobre sus cuerpos como me comentó Carla Spinoza, permite pensar su lugar en el mundo. Un grito que traduce la peligrosidad del entorno en el que viven y, en un mismo movimiento, este grito conjunto revela la posibilidad de comunidad. Las niñas que quedan buscan a las que no están, gritan los nombres de las desaparecidadas. Gritando frente a las puertas de la policía, las niñas realizan una confrontación física mediante el uso del cuerpo que es, creo yo, la gran potencia del acto perfomático.

Fotografía de la serie N.10 desaparecer no volver ©spinozacarla

Esta presencia que reclama las ausencias se ve también a través del trabajo estético y fotográfico de la artista. Giorgio Agamben, en un ensayo titulado El Día del Juicio, afirma que el vínculo ético y estético de la fotografía está en captar “el rostro humano como una historia que contar o una geografía que explorar”. Para Agamben, el rostro carga con la potencia de ser una impropiedad irreductible y la fotografía, además, exige algo de nosotros: aquellas y aquellos a quienes retratamos merecen no ser olvidados.

Y ahí vemos los rostros de las niñas que aún están, las niñas que gritan ausencias. Sin embargo, a diferencia de Agamben, también hay un lazo poderoso entre la memoria y la captura de las ausencias. La memoria puede estar también en la aprehensión de aquello que habita en carencia de algo. La silla sin la niña.

Fotografía N.1 de la serie desaparecer no volver ©spinozacarla

Carla Spinoza muestra los rostros, pero también exhibe la desaparición, aquello que queda vacío cuando el cuerpo no está y se desconoce el paradero, proyectando las peores conclusiones: la-niña-comercializada, niña-vuelta-consumo. Estas imágenes juegan con la ambivalencia de mostrar los rostros presentes y ese momento posible de la desaparición.

Fotografía N.4 de la serie desaparecer no volver ©spinozacarla

Cuando Carla estaba haciendo las fotos en la escuela retratando a estas niñas, la luz se fue, una coincidencia metafórica para entender cómo funciona la desaparición y sus efectos pavorosos. En estos territorios de violencia hacia los cuerpos de las niñas, jugar con lo borroso es crucial para comprender con el cuerpo estas realidades del secuestro, del constante cuestionamiento sobre quién fue, dónde está, qué está haciendo, la duda eterna de la desaparición. La difuminación es una presencia clave para poder, como dice Sara Hebe en su canción Violenta Perro, pensar con la mirada.

Fotografía N.2-3 de la serie Ya no tienes cuerpo ©spinozacarla

   

Finalmente, las fotografías de Carla Spinoza muestran la tensión entre existir y desaparecer, esa posibilidad siempre latente en la vida de las mujeres. Las imágenes como radiografías exponen la presencia incompleta de nuestros cuerpos, un jaloneo constante, ese estar y, pronto, quizás no.

Nuestros cuerpos cargan con la pulsión de ser pedazos y volvernos espectros. Y aún así, hemos sabido desplegar la espectralidad para que nuestros fantasmas, vueltos aullidos, no los dejen dormir.

Para ver la serie completa ingresar a www.universoulupika.com

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Autora: Ara Goudsmit

Tengo 22 años, crecí en Sucre, aunque nací en Santa Cruz. Entonces no sé muy bien de dónde soy, aunque soy boliviana. Me gradué de Ciencia Política y también tengo mi pasaporte colombiano imaginario. Desayuno sólo frutas, pero mi pan de cada día es la lectura. Me gusta dejar vestigios de lo que me rodea por medio de una cámara y la escritura. Mi postura ética y estética es que la realidad es un artificio.

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